UBICACIÓN
NUESTRO DOMINGO

Primero que nada, la misa es una FIESTA.
¿Por qué hacemos la fiesta?
Porque, gracias a que Jesús resucitó, todos los hombres podemos salvarnos, o sea, después de morirnos podremos ir al cielo y vivir ahí para siempre con Dios. ¡Claro que tenemos que festejar esto!
Además:
1. La Misa es el MEMORIAL del sacrificio de Nuestro Señor. Esto significa que, Jesucristo al irse de ese de este mundo no quiso dejarnos, un cuadro o una estatua suya, sino el ESTAR DE VERDAD PRESENTE en cada Misa que se celebre.
2. La Misa es un BANQUETE. Así como nuestro cuerpo necesita comer para vivir, nuestra alma necesita comer a Jesús para ser feliz y llegar al cielo. En la Misa comulgamos y Jesús viene a nuestra alma.
3. La Misa es un SACRIFICIO. La Iglesia nos enseña que en cada Misa se vive realmente el sacrificio de Jesús en la Cruz; Cristo se ofrece a morir por nosotros y perdonar nuestros pecados.
¿ QUÉ ES LA MISA ?
El Domingo, día de la Eucaristía
El domingo es el día memorial de la Pascua del Señor. La Iglesia se reúne en asamblea para celebrar el misterio pascual de Cristo. No hay domingo sin asamblea y no hay domingo sin eucaristía. “La Iglesia nunca ha dejado de reunirse para celebrar el misterio pascual” (S.C. 6, 106). El contenido fundamental del domingo es celebrar el misterio eucarístico, memorial del sacrificio redentor. La eucaristía es la característica típica del domingo cristiano, pero encierra a la vez otros valores importantes de la vida cristiana.
El domingo es el encuentro semanal con el Resucitado. Es un progresivo encuentro con el mismo Señor: asamblea, ministro, palabra y sacramento (S.C. 7). El se hace presente para comunicarnos la fuerza de su vida y nos asociamos a su victoria pascual. No celebramos nuestra fidelidad o fraternidad, sino su presencia. No celebramos un deber, una idea, sino una persona viviente, que es Cristo Jesús.
La Eucaristía dominical ofrece al cristiano dos mesas, a las que está invitado: la mesa de la Palabra y del Sacramento.
Es el día de la proclamación de la Palabra. El relato de Emaús es significativo. La Palabra de Dios tiene un papel céntrico en la experiencia del encuentro con el resucitado. Dios nos ha hablado y sigue hablando en el hoy a la comunidad reunida. La Palabra convierte y salva, libera y santifica, guía e ilumina. La Palabra se expresa en forma dialogada: Dios habla y el hombre escucha. Dios interpela y el hombre se decide. Dios llama y el hombre está obligado a responder.


Es el día de la participación en el Sacramento, misterio de Pascua. La segunda mesa es la estrictamente “eucarística”, con sus valores de “memoria agradecida” y la realización del gesto de partir y compartir el pan eucarístico. La eucaristía nos inserta en el acontecimiento transformador de la Pascua del Señor Resucitado. Cristo nos hace partícipes de su Cuerpo y de su Sangre, nos hace entrar en la dinámica salvadora y se renueva la Alianza nueva y eterna para participar en su sacrificio de la cruz y en su victoria. Y se da así mismo como alimento para el camino de la vida.
La comunidad cristiana se reúne para cumplir lo que el Señor le mandó: “haced esto en memorial mío”. La asamblea hace “memoria agradecida” del misterio pascual de Cristo, lo asume, sintoniza con él y le ofrece al Padre y se ofrece a sí misma a él en su Hijo, Cristo Jesús (L.G. 11).
La eucaristía va edificando la Iglesia como comunidad pascual del Señor. La comunidad reunida hace la eucaristía, pero la eucaristía hace la Iglesia. La eucaristía madura y hace crecer la comunidad (P.O. 6; L.G. 11; A.G. 39).
La estructura de la celebración nos hace vivir sucesivamente la conciencia de fraternidad comunitaria, la escucha de la Palabra salvadora de Dios, el memorial agradecido y la participación en la Pascua de Cristo y, a la vez, nos envía para que sigamos realizando nuestra misión en medio de la sociedad a lo largo de la semana.
El Domingo es el día de la Reunión Cristiana

La característica más antigua de los cristianos es que se reúnen el día del Señor para celebrar la Pascua del Resucitado.
Los cristianos necesitamos reunirnos como los mártires de Bitinia, para confesar y crecer en la fe, para animarnos en las adversidades y defendernos de la indiferencia evangélica que nos rodea.
La asamblea dominical manifiesta el misterio mismo de la Iglesia. Los fieles reunidos “representan a la Iglesia visible establecida por todo el orbe” (S.C. 42).
La reunión dominical nos educa en nuestra conciencia de comunidad. Creemos en la comunión con Cristo Jesús y experimentamos los lazos de comunión en la fe y el amor de nuestros hermanos. Crear comunión es un grito profético en nuestro mundo divido. Nos forma en el sentido de pertenencia y fidelidad a la comunidad eclesial. Somos todos una sola familia en Cristo Jesús. Siempre, en la historia, se ha dado importancia a la reunión dominical. Si no se participa no se puede decir que somos del todo Iglesia.
Acudir a la reunión dominical es fidelidad a una comunidad a la que pertenecemos, y al mismo Cristo, cuyos miembros somos. No acudir es empobrecerse a sí mismo y a la comunidad; es empobrecer al mismo Cristo, privándole de sus miembros.
El fundamento de todos los valores de la asamblea dominical es que ella es el lugar del encuentro con Cristo resucitado. El nos “visita”, “se aparece” a su comunidad en este día como lo hiciera con los suyos.
Cristo Jesús, antes que se haga presente en su Palabra y en la donación de su Cuerpo y de su Sangre, está realmente presente en el hecho de la comunidad reunida (Mt. 18,20). La asamblea experimenta el encuentro con el Señor resucitado y su Espíritu.



Sentido cristiano del Domingo
El domingo constituye una de las realidades más relevantes de la vida eclesial en cuanto manifiesta la fe de la comunidad cristiana.
El domingo es el día de la semana que concentra en sí mismo los mejores valores de la vida cristiana: la centralidad de Cristo y su Pascua, la conciencia y la realidad de la Iglesia comunitaria, la alegría festiva y el descanso del trabajo como homenaje al Señor resucitado, el compromiso de una comunidad que se siente salvada pascualmente por su Señor y que da testimonio renovado de una vida evangélica durante la semana, en medio de una sociedad cada vez más descristianizada.
El sentido humano del Domingo
Descansar un día a la semana es una realidad humana y social. El descanso supone no sólo reparar las fuerzas físicas, después de una semana de trabajo, sino también una liberación psicológica. Favorece la dignidad del hombre, regenera la persona, establece equilibrio interior y exterior y libera de la opresión de la cotidianidad.
El descanso festivo favorece el encuentro familiar entre amigos. Es el día de la distensión, del ocio, de la cultura, de la religión, etc.